La familia de Carlos Salomón dona varios manuscritos del poeta, entre ellos la novela inédita ‘Regresar también es partir’

Salomón, CarlosLa familia del poeta Carlos Salomón ha donado a la Fundación Gerardo Diego varios manuscritos del poeta conservados por sus sobrinos Ana María Serrano González y Juan Manuel González Sarabia. Los manuscritos también incluyen borradores mecanografiados y bocetos de poemas y prosas de libros publicados y otros en preparación, donde destaca la novela inédita titulada ‘Regresar también es partir’ que escribió en 1950 y un libro de poemas en preparación titulado ‘Misterioso ejercicio’.

Otro de los documentos aportados es una carta de 1945 firmada por Carlos Nieto y el propio Salomón que iba dirigida a Joaquín Reguera Sevilla y en donde ambos explican los motivos de abandonar el proyecto Proel.

Carlos Salomón García (Madrid 1923-1955) se trasladó a vivir a Santander desde niño, lugar donde viviría hasta su muerte. La certeza de tener una grave enfermedad cardíaca y de estar condenado a una muerte prematura, condicionó su sensibilidad y fuerza poética que se concentró en cuatro libros publicados en tres años: ‘La orilla’ (Santander, 1951), ‘La sed’ (Madrid, 1951), ‘Firmes alas transparentes’ (Santander, 1952) y ‘Región luciente’ (Madrid, 1952). En este último libro incluye ‘Las luces’, editado en Torrelavega en 1951.

Fundador de la revista ‘Proel’, donde publicaría sus primeras poesías, en 1947 obtuvo una mención honorífica del Premio Adonais con el libro ‘Pasto de las aurora’, y en 1950 un accésit por su poema ‘La muerte’. Dejó inédito ‘La brevedad del plazo’.  En 1951 creó y dirigió en Santander la colección de libros ‘Hordino’. Como edición póstuma se publicó ‘Clásicos de todos los años’ (1968) que al año siguiente fue reeditada por ‘La isla de los ratones’. Algunos de sus últimos poemas se publicaron en la revista ‘Peña Labra’. El poeta fue incluido en el ‘Diccionario de la poesía en Cantabria (1970-2010)’, publicado por la editorial ‘Anthropos’.

El 2 de mayo de 2006 se descubrió una placa en su habitual residencia de Santander, situada en la calle del Sol número 24, para recordar su vinculación con la ciudad y evocar su memoria.

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