La poetisa Gema Rebolledo leyó en Selaya un soneto inédito de Pepe Hierro durante la celebración de ‘Los Jueves con Poesía’, veladas líricas del mes de agosto organizadas por la Asociación Cultural Baco que se han celebrado en La Casona del Patriarca de Selaya con el objetivo de fomentar el arte y la poesía en este municipio pasiego.
“Tuvo unas barbas húmedas, marinas/ y pálida y desnuda era la frente./ Domador de los rojos del poniente./ El ojo azul juzgando golondrinas…” Así empieza el soneto que el joven Pepe Hierro, entonces con 19 años, dedicó a su amigo Matías Domínguez, abogado y compañero en la Prisión Provincial de Santander durante los primeros años del franquismo. Matías Domínguez-Gil Cuesta (León, 1911-Santander, 1984) ya era secretario de sala del Tribunal Supremo cuando fue detenido en Santander, donde se encontraba con sus padres tras los sucesos del 36.
No estaba afiliado a ningún partido, pero fue condenado a muerte por republicano, conviviendo en la cárcel con Hierro durante tres o cuatro años, tiempo en el que ayudaría con sus consejos y elaboración de recursos a varios presos e incluso es probable que también lo hiciera con el propio Hierro, que le dedicaría los versos como señal de admiración y agradecimiento.
El poema, fechado el 19 de julio de 1941 y guardado celosamente por los hijos de Matías, fue rescatado de los secretos familiares gracias a la insistencia de Gema Rebolledo, quien convenció a uno de los hijos, Sixto Domínguez, para que lo diera a conocer durante las jornadas de los ‘Jueves con poesía’ de Selaya.
Fue precisamente Gema quien se encargaría de recitar los versos inéditos tras la intervención de la también poetisa Adela Sainz Abascal que revivió la estancia de Pepe Hierro en Selaya.
Sixto Domínguez explicaría en La Casona del Patriarca, algunas de las circunstancias de la amistad que unió a Hierro con Matías, una amistad que se distanciaría con los traslados a otros destinos carcelarios, pero que años después, tras los nueve de condena de Matías, se retomaría en los veranos de Santander y también renovada gracias a los premios que Eulalio Ferrer –amigo de ambos- estableció en el Ateneo, donde solían compartir horas de tertulia durante las cenas que posteriormente se organizaban.