González Redondo destaca la figura de Torres Quevedo con motivo del centenario del Teleférico del Niágara

Torres Quevedo, LeonardoEl profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco A. González Redondo, intervino en el Centro Cultural Matilde de la Torre para destacar la figura del gran inventor e ingeniero cántabro Leonardo Torres Quevedo. La conferencia, titulada “Unamuno, Ortega… y Torres Quevedo ¿¿¡¡Que inventan ellos!!??”  ha formado parte del Año Torres Quevedo 2016, coordinado por el Grupo Milvelas y la Real Sociedad Menéndez Pelayo, con motivo del centenario de la inauguración del “Niagara Spanish Aerocar”, el primer teleférico en Norteamérica, diseñado por Leonardo Torres Quevedo y financiado, construido y explotado comercialmente por una empresa española constituida en Canadá.

González Redondo eligió este curioso título parafraseando el “Qué inventen ellos”, con la que Unamuno quería despertar conciencias diciendo lo contrario de lo que parecía decir. Pero a la luz de la ingente obra inventiva de Torres Quevedo que en 1913 completaba sus “Ensayos sobre Automática”, en los que, como su subtítulo precisaba, establecía, para esta nueva ciencia por él creada, su definición y la extensión teórica de sus aplicaciones. Al año siguiente, en junio de 1914, el insigne inventor montañés presentaba en París su autómata ajedrecista, la primera máquina dotada de inteligencia artificial de la historia, demostración efectiva de las ideas teóricas recogidas en sus ensayos. En el verano de ese mismo año, su dirigible Astra-Torres XIV, adquirido por el almirantazgo inglés, se convertía en el único aerostato con verdadera capacidad operativa de todo la Royal Navy, el primero de las más de sesenta unidades fabricadas en Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial.

La inauguración del “Niagara Spanish Aerocar” hace cien años, trata de llamar la atención sobre el potencial científico e inventivo de Torres Quevedo, no totalmente reconocido, aunque Maurice d’Ocagne, presidente de la Sociedad Matemática Francesa, desde las páginas de ‘Le Figaro’, denominara en 1930 a Torres Quevedo como “el más prodigioso inventor de su tiempo”. Hay que añadir que en 1902, Torres Quevedo había inventado el mando a distancia con su telekino, en 1907 ya había puesto en funcionamiento el primer transbordador aéreo del mundo en el Monte Ulía (San Sebastián) y en 1920, el primer ordenador electromecánico de la historia.

 

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